Durante muchos años en el pasado, Latinoamérica fue un lugar donde miles de misioneros de otros países invirtieron, prácticamente sus vidas, para que la gente escuchara del amor de Jesús y el plan de salvación. Hoy, varios años después, el número de cristianos en la región es grande y sigue incrementando. Personalmente, creo que el hecho de que mi familia y yo seamos cristianos es porque en el pasado alguien decidió dejar todo lo que conocía y tenía, sacrificar presente y futuro, ser obediente a Dios y fue a hacer lo que Dios le dijo que hiciera; por lo que ser latino y ser misionero internacional es una forma de honrar e imitar lo que ellos hicieron en el pasado. La comunidad cristiana latina tiene que empezar a decir sí a ir y hacer discípulos.
Desde mi opinión, creo que Latinoamérica pasó de ser una campo misionero a semillero misionero. Claro que aún hay zonas y lenguas en los países latinoamericanos donde el Evangelio no ha sido escuchado, pero me encanta ver y conocer a misioneros europeos, americanos, asiáticos y de otras regiones siendo las manos, los pies y la boca que esta apasionadamente llevando el Evangelio a esos lugares. Los jóvenes latinoamericanos tenemos que empezar a decir si a Dios, sí al llamado misionero y sí a llevar el Evangelio a otros países del mundo. Un simple sí, simple obediencia.
Hoy, tengo la oportunidad de ser un misionero mexicano en Alemania y conocer a otros misioneros mexicanos y latinoamericanos en otros países cuyas culturas son más frías o serias. Y traer un refresco del Evangelio (no de la Biblia o la esencia del mismo, pero de la forma en la que se presenta) a la forma latinoamericana es muy necesario, porque básicamente traemos esa forma “latinoamericana” de hacer las cosas, la cual es más extrovertida, abierta, cálida, que incluye a la gente (hace comunidad) y busca conectar gente, a lugares donde no es lo que la gente espera. Eso puede y está marcando una diferencia en las naciones.
Ahora, sé, por que yo lo he experimentado y lo sigo experimentando, que como latinoamericanos tenemos muchos retos al buscar emigrar como misioneros: finanzas, procesos migratorios o idioma. En mi experiencia y lo que yo puedo decir al respecto es: confiar y actuar. Confiar en Dios, Él lo conoce todo, lo sabe todo y es quien abre y cierra puertas. Actuar, a fin de lograr eso que es parte de nuestro llamado, ya sea presentar papeles, buscar gente que apoye económicamente o estudiar un idioma.
Hace unos meses un pastor peruano aquí en Nuremberg me dijo algo que se quedó marcado en mi corazón y seguramente hará sentido para los latinoamericanos que lean esto:
Cuando tú invitas a alguien a comer en Latinamérica, quien paga?
De la misma manera, cuando Dio te invita a ser parte del ministerio de misiones en el mundo, no te preocupes, Él paga.